Tras la caída de la República de Weimar (1919-1933) y la implantación del nazismo, Hitler se da cuenta de que es necesario encontrar un culpable al que atribuir la pavorosa crisis económica de Alemania: los judíos fueron el chivo expiatorio elegido. Así fue como los alemanes, víctimas de un miedo irracional, se echaron en brazos de un solo hombre. En 1933, Adolf Hitler subió al poder tras ganar las elecciones de manera abrumadora.