Los remordimientos por la muerte de su esposa hacen a don Cruz encerrarse en su recámara, dispuesto a morir. Sin embargo, el duelo dura poco y el irresponsable aflora de nuevo. En esta ocasión, el anciano intenta encontrar un nuevo amor en la joven Josefa, sin enterarse de que ella ama a su hijo Silvano. El egoísmo de don Cruz lo arrastra a un nuevo y terrible enfrentamiento con su hijo.