Cuando la oscuridad desciende sobre las lla-nuras del oeste de Texas, cada viernes entre septiembre y diciembre, un extraño fulgor visi-ble en el horizonte a kilómetros de distancia ilumina el negro cielo. Es el estadio Ratliff, el campo de football escolar más grande de Estados Unidos; lleno a rebosar de veinte mil espectadores que alzan sus voces en el famo-so grito, “MO-JO! MO-JO! MO-JO!”. El clamor popular alcanza su punto álgido cuando los Permian Panthers, los “chicos de negro” de Odessa, irrumpen en el campo como guerreros en un antiguo coliseo. Bajo la luz otoñal de las luces de la noche del viernes, es-tos jóvenes héroes traen un rayo de esperanza a los habitantes de esta polvorienta ciudad de Texas.