Drama sobre el ascenso de un joven tenista a la élite de la sociedad londinense y las consecuencias de su desmesurada ambición sobre él mismo y las personas que le rodean. (FILMAFFINITY)
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Inicialmente el Sr. Allen nos implica con el personaje. Queremos esa vida, y también queremos esa chica (magistral la presentación de Scarlett). Luego nos cuenta una formidable tragedia envuelta en ópera, angustias vitales y complicidad hacia la confusión sentimental, para acabar con el mejor (y más insoportablemente fascinante) thriller del año. ¿Dije acabar? Allen remata la faena con un final prodigioso: el aparentemente sencillo discurso inicial de la pelota de tenis y los lados de la red es aplicado de forma inimaginable, donde la suerte se enfrenta a la inteligencia, perspicacia y lógica de personajes y espectadores, y donde nadie, en todo el planeta, podrá imaginar un desenlace que ya quisiera para sí el mejor Shyamalan -versión intelectual-. Cerrando un círculo en el que Woody se tutea con Dostoievski. Todo contado de una forma perfecta. No sobra un plano, no sobra un coma. Al genio neoyorquino le sobra hasta la suerte. No le hace falta. Es todo talento. (Pablo Kurt: FILMAFFINITY)
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