La irrupción del periodista Manuel Cueto en la vida del escritor Joaquín Góñez, a instancias de la editorial para la que Joaquín está escribiendo su último libro, provocará un gran desasosiego en la solitaria vida de este hombre que vive de espaldas al mundo y rehuye sus propios recuerdos. Acostumbrado a la soledad, el encuentro con el joven periodista despertará en él emociones olvidadas que lo transportan a la época de su niñez y a su locos años de juventud en Buenos Aires: los errores de la inexperiencia, el recuerdo de los amigos, de la lealtad, la influencia del cine y del jazz, el sabor del primer amor, y la íntima relación con sus padres, especialmente con su madre, Roma, una mujer inteligente, fuerte, comprensiva y comprometida con los ideales de juventud de su hijo. Recuerda sobre todo la inmensa confianza que su madre depositó en él. A ella, sin duda, le debe Joaquín el haber sido siempre un espíritu libre, bohemio, fiel a sí mismo y a sus ideales. Y es precisamente el recuerdo imborrable de Roma el que despertará en él el deseo impaciente por recuperar todo lo que hasta ese momento creía perdido.