Antes de El Demonio y la Carne, Greta Grabo era una de las muchas intérpretes contratadas por un estudio. Después de su debut en esta película, se convirtió en una diosa del celuloide, la misteriosa, trascendente belleza que definió su estrellato. Una especial química existe a ambos lados de la cámara en esta aureola de silencio que envuelve a Garbo. Sus escenas de amor con el cotizado John Gilbert interpretadas bajo el desconocimiento público del tórrido romance que la pareja vivía fuera de las pantallas.