En el avión, Emmanuelle, sentada al lado de Mario, un seductor bien conservado, recuerda algunos episodios de su libertina carrera. Piensa en Adam; un infeliz diablo cuyo arte con la tabla no era su único talento. Se acuerda de Jenny, un avieja amiga engañada por su marido. La evocación de estos recuerdos estimula a la joven y le provoca deseos voluptuosos.